Obesidad Infantil, ¿Problema de los padres o de los hijos?
Preocupa saber que México es el número uno del mundo en obesidad infantil. Las causas son claras: una inadecuada alimentación y falta de ejercicio físico. Los padres saben perfectamente que una alimentación adecuada permite a los pequeños crecer y desarrollarse correctamente, y prevenir enfermedades relacionadas con una alimentación inapropiada como son la obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, algunos cánceres; así como padecimientos psicológicos como depresión, baja autoestima, aislamiento social, discriminación, entre muchas otras enfermedades y consecuencias.
Como profesional en el tema de salud y especialista en nutrición, me inquieta saber las consecuencias de esta enfermedad. Es clave el papel de los padres en la educación alimentaria de sus hijos. El valor que le den a la comida, la selección y el cuidado que efectúen sobre los alimentos, así como la forma de cocinar y el tiempo dedicado a las tres principales comidas, serán en gran medida la influencia sobre su propio comportamiento alimentario.
Existen otras cuestiones que influyen y se reflejan en el comportamiento alimentario de los hijos. La obsesión de los padres por su peso y el de sus descendientes, así como la sobreprotección hacia ellos al comer y el uso indiscriminado y erróneo de los premios y castigos con la comida, marcan la actitud de los pequeños hacia los alimentos. De la misma manera, la apatía sobre lo que comen impactará negativamente sobre su conducta.
La obesidad es una enfermedad seria, y cuando se da entre los niños, éstos sufren desde pequeños y durante muchos años sus consecuencias físicas, metabólicas, psicológicas y sociales. Una situación que se ve reflejada no sólo en su salud sino también en su estado de ánimo.
Para los niños, la familia y la escuela son la principal influencia en el desarrollo de sus hábitos alimentarios. Por ello, es fundamental replantearnos la responsabilidad que los progenitores y su entorno, como sus abuelos y familiares cercanos, así como los cuidadores, profesores y expertos de la salud, tenemos sobre el avance de esta enfermedad. Es conveniente estar todos en la misma sintonía en cuanto a la educación de hábitos alimentarios.
Los abuelos cuidadores tienen una influencia considerable en las costumbres alimenticias de sus nietos, ellos deben hacer todo lo posible para que sus nietos se acostumbren a comer alimentos frescos y naturales, en lugar de golosinas y comida chatarra, así como cualquier responsable de alimentarlos después de las guarderías.
Es obvio que los padres de familia desean lo mejor para sus hijos, empezando por la salud, sin embargo con frecuencia pasamos por alto un detalle fundamental: los niños y niñas aprenden por imitación. Se le atribuye al estadista y científico Benjamin Franklin la frase “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.” Esto es totalmente cierto, ya que los niños son parte de la dinámica familiar, por lo que todo lo que ocurre en casa es para ellos materia de aprendizaje. En otras palabras, la prevención comienza en casa y la familia debe ser un ejemplo de salud, ya que los primeros siete años de vida son los más importantes para formar hábitos alimentarios sanos.
A continuación algunos consejos que facilitarán a papá y a mamá, la tarea de enseñarles buenos hábitos:
Dar un buen ejemplo
¡Es más fácil predicar con el ejemplo que obligar! Es complicado acostumbrar a los niños a comer fruta cuando no existen en casa o no se les ofrece diariamente. Es complejo o casi imposible habituar a los niños a ingerir verduras cuando los padres no las consumen ni les gustan. Tampoco se puede pretender que los hijos se familiaricen con el pescado cuando en casa no se come. Menos que conozcan los alimentos naturales cuando no saben ni que existen. ¡Hay que ser un ejemplo!
Comer todos juntos
Se han visto los beneficios de sentar al niño a comer en familia y a servirle de la misma comida siempre que se pueda, en especial cuando exista una selección de alimentos sanos, frescos y sabrosos. La atmósfera a la hora de comer así como el comportamiento cordial de cada uno de los miembros de la familia, estimula al niño a imitarlos y de esa manera a comer de forma correcta y a permanecer en la mesa durante el tiempo que dure la comida. En promedio la comida no toma más de 30 minutos y el ejemplo de estar todos juntos en la mesa le favorece para enseñarle a valorar su salud y a establecer horarios regulares.
Variedad en la alimentación
Es importante enseñar al niño a comer de todo porque en la diversidad está la nutrición, cada alimento ofrece diferentes nutrientes. El cuerpo necesita al menos 40 nutrientes diferentes para mantenerse sano, por ello es vital incluír los alimentos necesarios para su desarrollo, incluso aquellos que “no le gustan”. Claramente habrá productos que le gustarán más que otros y algunos que batallará más para aceptarlos y otros no querrá comer nunca. De cualquier manera, los niños deberán probar alrededor de 18 veces un sabor para aprobarlo e incorporarlo en su alimentación.
Las investigaciones demuestran que para introducir un nuevo alimento deberá ser de mera progresiva. Para ofrecerle nuevos alimentos, la misión será introducir pequeñas dosis y negociar la cantidad mínima a comer, así el niño se acostumbrará al cambio de sabores y texturas. Si se resiste a probar el alimento, la manera más inteligente de encarar este tema será no presionando y reintentando en otra ocasión. Tampoco funcionará si la introducción de verduras se hace eventualmente, puesto que las verduras y las frutas deben ser un alimento más dentro del menú de cada día.
Tampoco es conveniente sustituir el alimento rechazado por otro de mayor agrado ya que tomará la medida sobre la situación y el control sobre sus caprichos. Los niños y las niñas son muy inteligentes, sabrán que los padres cederán ante sus preferencias.
También es esencial controlar lo que comen a deshora, reducir el consumo de golosinas y pastelería, así como controlar la ingesta de jugos, gaseosas y leche. Es indispensable inculcarles la disciplina del buen comer para su salud.
Otro punto importante es no ser demasiado estrictos, igual de negativo es pretender que los pequeños ingieran toda la comida del plato cuando dan muestras de que estar satisfechos. Si el niño deja de comer una comida, el hambre hará que esté más dispuesto para comer lo que le toca en la siguiente ingesta.
Sobreprotección
Por el amor y el cuidado que tienen los padres sobre sus hijos, algunos se preocupan en exceso cuando su hijo come poco, sin embargo no le dan la misma importancia cuando come mucho. Incitan a los pequeños a comer más con el con-vencimiento de que así no les faltará nada (nutrición), les sirven raciones de alimentos exageradas en comparación a la cantidad que necesitan para su edad, sobre todo en el caso de las proteínas (carnes, pescados, huevos y productos lácteos). Ofrecerles más alimentos proteicos de los necesarios es tan poco saludable como no estimular el consumo de frutas y verduras.
Algunas veces los padres “sobre alimentan” a sus hijos como forma fundamental de expresarles su amor y su cuidado o los “consienten” con ciertos alimentos para tenerlos contentos y calmar sus sentimientos de culpa ante la dificultad de atenderlos correctamente, por falta de tiempo o por exceso de trabajo. Otras ve-ces, dejan elegir a los niños el menú o les llevan con demasiada frecuencia a establecimientos de comida rápida. Es un problema que este tipo de alimentos (re-frescos, fritos, dulces, pizzas o hamburguesas) formen parte casi a diario de la alimentación. Desde el punto de vista nutritivo, con estas actitudes se descompensa el aporte de nutrientes y de calorías. Está demostrado que estos hábitos influyen de manera trascendental en el aumento de peso y en la obesidad infantil.
CONCLUSIÓN
Las encuestas concluyen que aunque nueve de cada diez personas consultadas por EROSKI CONSUMER consideran que sus hijos tienen hábitos nutricionales equilibrados, la realidad es diferente y que estos errores de la infancia se agravarán en la adolescencia.







